Mi choza estaba ubicada, en una aldea pequeña.
Piel negro- azabache era el marco perfecto, para mis ojos claros, por ellos se veía el mar, eso decían los lugareños, que me miraban con ojos hostigantes.
Algodón negro me decían, serena los miraba mientras continuaba con mi labor.
Lavaba ropa en el espejo ondulante mientras sentía el canto de la cascada cercana.
Derritiendo el fuego de mi cuerpo en el precioso líquido al completar mi faena.
La tarde se vestía de negro, pero era tan delicioso el almíbar que me rodeaba que perdí la noción del tiempo.
Desde las aguas, un tibio calor rodeó mis entrepiernas, y una sensación de gozo mayúsculo, pero allí no había nadie.
Solo ansias de que ese placer no terminase, abarcaban mi sensualidad perturbada.
Camino hacia mi barraca, un aroma a perlas rodando… sobre la alfombra tersa de mi vientre me embriagaba.
Descalza como fue mi costumbre desde la niñez, cargaba el bulto de atuendo recién faenado.
Al amanecer noté que mi donairosa silueta no era tal, habíase transformado en un vientre abultado que se movía de lado a lado, no me animaba a palparlo, sensaciones raras, nuevas en mi cuerpo.
Solo atiné a llamar a la curandera, una anciana cuyo rostro jamás había visto, de telares y caracoles estaba cubierta de pies a cabeza.
-M´hija usté ta pa parir
De inmediato recordé ese momento de lujuria inocente.
-Venga pá acá, abra esas zancas! Me gritó la desconocida.
Me pertreché como pude en la esterilla que hacía las veces de mi lecho.
-Válgame dió! Con quién ha estao?
Este bebé está destinado a vivir pá sempre, ya lo decía yo que usté era rara.
Miré los dedos del recién nacido eran lápices y tenía muchos ojos, su rostro centelleaba como el sol naciente, negro como yo.
Acaricié sus cabellos, todos ellos tenían la forma de signos de interrogación.
Cuál sería el destino de un hijo bastardo y tan diferente a los demás?
- No se aflija m´hija, adimá de viver pa´sempre se clavará como agujas en el corazón de muchos. Los que lo sigan serán llamados: chiflaos, hagami caso y cámbielo mire que etá to miao.
Con suavidad, tomé sus piernitas y sobresaltada vi que tenía dos sexos.
Lloré, lloré y mis lágrimas causaron llagas en el piso de barro.
De pronto me miró con ojos chispeantes y habló:- soy la poesía mami.
Por: Sandra Daniel Taragán Aguinsky
De Montevideo, Uruguay
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